martes, 15 de enero de 2008

A perro flaco...


Esta mañana encontré la botella con el mensaje mientras paseaba por la playa. Como un imbécil, me quede mirando ese pedazo de vidrio soplado que la resaca se entretenía en hacer rodar por la orilla. El estupor, poco a poco, fue dejando paso a una rabia sorda. Al fin reaccioné: cogí la botella, llevé el brazo hacia atrás cuanto mi espalda arqueada permitió y la lancé con todas mis fuerzas a las olas.

Ahora atardece ya, y aún vigilo las aguas con nerviosismo mientras ruego a Dios por que el mar, esta vez sí, se la haya llevado lejos.

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