domingo, 11 de mayo de 2008

Con la muerte en los talones


Ahora estará sonriendo. Pero claro, sólo puedo suponerlo.

La indiferencia a la vida es un traje cómodo cuando todo lo que hay alrededor es un mar de arena. Supervivencia. Esa es la única palabra en estas tierras y de nada sirve buscar culpables. Yo no pienso hacerlo, pues así lo entiendo.

Lo vi acercarse, sus oscuros ojos de avaricia clavados en la mochila. Resulta hasta gracioso pensarlo: un trozo de piedra al que alguna vez se le llamó pan y mi raída manta para las noches. Eso él no podía saberlo. Comprendo que le pareciera sólo una presa fácil, un maldito europeo deambulando entre las dunas hacia una muerte segura, apenas ya sin fuerzas para dar otro paso. El destino había cruzado nuestros caminos y nada podía hacerse al respecto, así que me limité a dar la espalda a aquel hombre para no ver llegar la muerte. Mi cara hecha pellejo casi no sintió los mordiscos del sol al mirarlo de frente. Cerré los ojos. Pude imaginar entonces su estupor, al segundo su espanto; esta vez, ni siquiera fui capaz de sentir lástima ante el agónico alarido y escuché inmutable el ruido sordo de su cuerpo siendo succionado hacia la nada. Cuando el silencio me avisó que todo había acabado, sólo tuve que acercarme a su camello y tomar el odre que colgaba de la silla.

Y arriba el sol. Y abajo ella: mi sombra, sonriente. Aunque claro, sólo puedo suponerlo.

1 comentario:

MAR dijo...

Bellos poemas!! Intruseando por los bloggs llegué al tuyo y me gustó mucho.
Yo, por mi parte, también pretendo hacer un pequeño rincón poético.Si puedes te pasar a visitarme.
Hasta siempre!!!!!!