sábado, 31 de mayo de 2008

No siempre


Recogiendo flores, una mujer enamorada encontró un trébol de cuatro hojas:

-¡Qué suerte! -se dijo.

Arrebatada de amor, empezó a deshojarlo.

-Me quiere, no me quiere, me quiere... ¡Oh, qué mala suerte!

jueves, 29 de mayo de 2008

Invocación


Recogió la sangre en el cáliz sagrado. Invocó a los dioses seis días con sus noches según los arcanos ancestrales. Cuando no aparecieron, lamentó no poder preguntar al padre Antón, ya maloliente y descompuesto, si es que cada dios atendía a su propio cáliz.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Divertimento

'Le Reveil', Christian Coigny
No lo puedo evitar. En realidad es un hábito, casi como un ritual.

Primero me desvisto lentamente frente al espejo. Procuro hacerlo de la forma más sensual posible, inventando nuevos gestos incitantes cada noche. Desnuda ya, me gusta mirar cómo mis manos recorren la imagen reflejada. Voy hasta la cama y me tiendo con modales gatunos, frotándome sobre las sábanas. No sé si por morbo, entonces pienso en Juan, mi casero (he de reconocer que me atraen así: maduritos de buen ver). Mientras deslizo una mano hacia el pubis, imagino que él también comienza a tocarse. Me vuelvo ególatra con mis primeros gemidos, rozo el clítoris en el vaivén de los dedos perdiéndoseme dentro y ya no tengo que simular la delicia. Concibo a Juan a mi lado, la mente hedonista me regala sus caricias y me revuelvo hambrienta en el colchón. Quererlo entonces sobre mí, su hierro abrasador llenándome y los espasmos van viniendo, cada vez más intensos, hasta que el orgasmo brutal me estremece. Desbocada por el éxtasis, giro para morder la almohada y ahogar el grito que me suele asomar en el goce extremo.

A veces, sigo otro rato, pero normalmente lo dejo ahí. Después ya no es lo mismo. A lo sumo, como travesura final, apago rápida la luz. Me divierte mucho ver el tenue haz atravesar la oscuridad del cuarto, antes de que a él le dé tiempo a tapar el agujero.

lunes, 26 de mayo de 2008

Malentendidos

'Heartbreak stops the rain', Nicolás Cuestas

Qué extraña metamorfosis
la de ese batallón
que desfila por mis dientes
en formación perfecta
y acaba rompiendo filas,
desarbolado,
en el laberinto de tu oído y de tu mente.
Será que la boca es una herida
—la primera—
que nunca cicatriza desde el parto.


viernes, 23 de mayo de 2008

La petite planète

'El Principito', Antoine de Saint-Exupéry
Al principito le gustaba sentarse a ver la puesta de sol. Sacaba la pipa de agua que le había regalado un bereber durante su reciente visita a la Tierra, la encendía con una raíz de baobab que metía en uno de los volcanes y se ponía a fumar mientras recordaba a su amigo el dibujante de boas abiertas y cerradas.

Las volutas de humo, que olían a menta y caramelo, absorbían la humedad del aire y formaban nubes algodonosas que embellecían los ocasos con sus tornasoles. Pronto aprendió a domesticarlas para ahorrarse la tarea de regar su flor. Además, pensó que serían un buen remedio si alguna vez se olvidaba de deshollinar los volcanes. Son tan imprevisibles...

Lo que no le había dicho aquel bereber es que fumar fuese tan adictivo. A los dos meses de su regreso, el borreguito se convirtió en la primera víctima del efecto invernadero.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Siete (per)versiones de "La elefanta"



La elefanta

Los elefantes de un circo que llegaba a la ciudad de México se escaparon en la estación y, espantados con los pitos de las locomotoras, se echaron a correr por las calles, enfurecidos, haciendo destrozos. Un pobre señor que salía con su mujer y su niña de alguna comida con amigos y traía su par de copas, al pasar junto a él la elefanta, le tiró de la cola. El animal se volvió, lo levantó con la trompa, lo aplastó en el suelo y lo pisoteó. Me parece todavía más horrible el dolor de la viuda y la hija, porque no pueden ni contar de qué murió el pobre hombre. Si dicen: "lo mató una elefanta", todo el mundo se echa a reír.

[Alfonso Reyes, Animalia, México, El Colegio Nacional, 1990, p. 63]





Desproporción

Aquel hombre se encuentra con un elefante que avanza en carrera huidiza llevándose todo por delante. Con gran destreza, consigue sujetarlo por el rabo. El animal barrita de dolor. Lo levanta, lo lanza contra el suelo y lo pisotea.

Gulliver ríe malicioso y sigue su camino.



Cómo Lázaro se vengó del ciego y salió dél

A mí llaman Lázaro de Tormes. De mi vida hice ya en algún escrito, mas por desto, quisiera agora enmendar algo en lo dicho. Si entonces fui falsario, crea vuestra merced justo lo hice para no pasar por mentiroso. Trata de cómo salí de mi primer amo, el ciego, que no fue por arremeter éste contra poste frente al que lo pusiera, sino con astucia mayor.

Fue que en Escalona, por las bodas del duque desta villa, mandó el novio de buenos dineros vinieran unos feriantes, por saber que un elefante usaban para sus juegos. Viendo aquel animal, di con idea y burla para escaparme vengado. Habléle al viejo que el duque habría de dar pan fresco ese día para quien fuese a rogar limosna. Muy de presto mandó que lo llevara, y así fue que riéndome entre mí lo saqué hasta do la bestia estaba, no sin antes mareallo en vueltas de calles que perdiera el rumbo. Lo puse bien derecho tras el elefante para decille:

"En la puerta estamos, tío, y enfrente tenéis el tirador de llamar. Si queréis, os guío la mano..."

Quiso y al rabo se la llevé, para seguido advertille tirase fuerte al tiempo que yo me apartaba de un salto. Todavía pensaba el pobre de qué aquel bramido cuando el elefante ya lo asía con la trompa. Lo levantó y lo aplastó en el suelo, para rematallo a pisotadas.

Cuando esto he dado en contar, pocos lo han sentido cierto, pero es decir: "lo pateó el elefante", y no hay quien sepa guardar su risa.



Eran otros tiempos

Los mûmakil de las hordas que llegaban de Harad arremetieron contra las fuerzas de Gondor, haciendo grandes destrozos entre sus filas. Un intrépido soldado logró esquivar la embestida de una de las bestias, y al pasar se agarró del enorme rabo intentando penetrar con su espada aquella piel dura como el mithril. El mûmak se lo sacudió de una patada, se giró y lo ensartó en el suelo. Así reinició su furibunda carrera, con los despojos del guerrero en sus colmillos hasta que una certera flecha le atravesó un ojo. Menos horrible fue la suerte de la viuda y la hija que dejó aquel valiente en Tierra Media, pues al menos pudieron contar con orgullo de qué había muerto su hombre. Cuando decían: "lo mató un mûmak", todo el mundo las miraba con respeto.




Número de magia

Que nunca se debe agarrar a un elefante por la cola es evidente.

La mujer contemplaba con horror el sello de sangre y vísceras en que se había convertido su marido. Conmocionada, ni siquiera sentía el tironeo en su falda con que la manita insistente de la niña reclamaba su atención:

-¡Mami, mami! Dile a papi que lo repita.




El consuelo de la viuda

Terca como una mula, la elefanta se negó a avanzar sobre las tablas. El hombre alzó el rostro al cielo y maldijo en alta voz. Con la ayuda de sus hijos, probó a empujarla desde atrás. Imposible. Desesperado, asió con fuerza el rabo de la hembra y se colgó con todo el peso de su cuerpo. Una esponjosa pezuña lo envió hasta un árbol próximo donde se partió la cabeza. La elefanta ni se molestó en mirarlo; con andar cansino, reanudó su avance. El horror afloró vívido a los ojos de la familia de aquel desdichado pero, ante la urgencia del momento, la recién enviudada supo reaccionar. Apremió a sus vástagos y éstos fueron prestos a reiniciar el trasiego. Y aun conteniendo el llanto, la mujer no pudo evitar el pensamiento de que, al menos, nadie quedaría para reírse de tan absurda muerte.

Las primeras gotas empezaban a caer sobre el Arca.




De niños y héroes

Cuando Laurita era tan sólo un bebé, a su padre lo aplastó en medio de la calle un elefante escapado de un circo llegado a la ciudad. Su madre, avergonzada de tan surrealista muerte, le había dicho siempre a la niña que su papá había muerto de un mal aire que cogió. Una noche, espiando entre los barrotes de la escalera la cena de los mayores, descubrió la verdad. Laurita se sintió muy feliz. Ahora podría responder con orgullo la próxima vez que le preguntaran en la escuela.




La esquina

Dos vecinas suben juntas por Urzaiz camino del supermercado. Si nos acercamos, podemos escuchar cómo una cuenta que ha tenido que regañar a un tal Josito por decir que a cierto Paco lo acababa de pisotear una elefanta. Las señoras ríen estrepitosas la ocurrencia. A metros de alcanzar una esquina, un temblor rítmico y creciente en la acera les sube por las piernas. Luego... cesa. Ellas se miran dudosas pero al momento sonríen, y niegan con la cabeza burlándose de sí mismas. Con nuevos cotilleos, reanudan el avance hacia el final de la manzana. Una lleva la mano algo crispada en el pecho sujetando su chaqueta abierta. La otra, procura no adelantarse.

martes, 20 de mayo de 2008

Improvisando


Era duro estar al cargo de veintitrés sistemas planetarios, en especial por esa época en que parecía que todas las criaturas andaban a la gresca: los grubulian contra los felbak; los mlogla aliados con los zenomes para incordiar a los fzut; y los carrhis, resolviendo a phaser limpio sus disputas entre dinastías.

Una leve punzada le anticipó la llegada de un dolor de cabeza galáctico. Decidió dejar los grandes problemas por un rato y se entretuvo en pasar revista a sus dominios. Comenzó por las estrellas: bien, ninguna anomalía, tenían gas para unos cuantos miles de millones de años más; luego comprobó las trayectorias de los cometas: correcto, sin colisiones importantes a la vista; por último, echó un vistazo a los planetas menores.

Cuando el pequeño astro azul apareció en la visioesfera, no pudo evitar sonreír.

-La Tierra... -murmuró mientras gratos recuerdos volvían a su memoria.

Había sido la tesis final de su carrera deífica: “Formación de un mundo oxigenado”. Tanto reconocimiento obtuvo que le habían otorgado la contrata de su creación. Luego, con la gestación de Adán y Eva, había logrado el premio “Nuevas criaturas” e iniciado su fulgurante ascenso en la jerarquía cósmica.

Cuando sus obligaciones fueron aumentando, decidió dar libre albedrío a los humanos. Hacía tiempo que no miraba cómo les iba. Levantó la ceja decepcionado al echar un vistazo: como siguieran así, no durarían mucho. Era una pena.

-¡Señor, los felbak se han cargado el planeta Brulan! -bramó de repente el fototransmisor.

Lanzó una maldición y miró a su alrededor. En la sala de mandos sólo estaba el operador de telemetría estelar.

-Esto... Yeshus, ¿te apetece ser mi hijo?

domingo, 18 de mayo de 2008

Intrigas angelicales

'Lluvia de Ángeles', Rosa María Medina
Alguien usó las tijeras de plata celestial para cortar un pedazo de cielo. La mayoría de los serafines allí reunidos en concilio cayeron, sorprendidos, a la Tierra. La versión oficial fue que Luzbel se las había ingeniado para robar las tijeras, aunque nadie supo explicar cómo. En la corte empírea otros rumores circulaban. Querubines y tronos se acusaban entre sí. Nadie sospechó que las dominaciones quisieran ascender de coro y jerarquía, ni que tuviesen el valor suficiente.

sábado, 17 de mayo de 2008

El traslado


El inmenso tren de mercancías inició el camino llevándose a otra parte, piedra a piedra, la excelencia de Walsburg. Los fantasmas de castillo son una especie sedentaria. Dentro de un noble reloj de pared, viajaban, asustados y muertos de incertidumbre.

domingo, 11 de mayo de 2008

Con la muerte en los talones


Ahora estará sonriendo. Pero claro, sólo puedo suponerlo.

La indiferencia a la vida es un traje cómodo cuando todo lo que hay alrededor es un mar de arena. Supervivencia. Esa es la única palabra en estas tierras y de nada sirve buscar culpables. Yo no pienso hacerlo, pues así lo entiendo.

Lo vi acercarse, sus oscuros ojos de avaricia clavados en la mochila. Resulta hasta gracioso pensarlo: un trozo de piedra al que alguna vez se le llamó pan y mi raída manta para las noches. Eso él no podía saberlo. Comprendo que le pareciera sólo una presa fácil, un maldito europeo deambulando entre las dunas hacia una muerte segura, apenas ya sin fuerzas para dar otro paso. El destino había cruzado nuestros caminos y nada podía hacerse al respecto, así que me limité a dar la espalda a aquel hombre para no ver llegar la muerte. Mi cara hecha pellejo casi no sintió los mordiscos del sol al mirarlo de frente. Cerré los ojos. Pude imaginar entonces su estupor, al segundo su espanto; esta vez, ni siquiera fui capaz de sentir lástima ante el agónico alarido y escuché inmutable el ruido sordo de su cuerpo siendo succionado hacia la nada. Cuando el silencio me avisó que todo había acabado, sólo tuve que acercarme a su camello y tomar el odre que colgaba de la silla.

Y arriba el sol. Y abajo ella: mi sombra, sonriente. Aunque claro, sólo puedo suponerlo.

viernes, 9 de mayo de 2008

Pirámide alimenticia

'Pirámide Social' Alejandra Coirini, 2005
Quisiera describiros esquemáticamente cómo es la pirámide alimenticia en este plano paralelo en el que vivo. Simplificando, podría decirse que existen tres especies principales:

Debajo de todo están los Compungidos, que son unos seres muy tristes que básicamente se alimentan de recuerdos.

En un plano intermedio, situaríamos a los Románticos, que se comen a los Compungidos, pues les gusta mucho su sabor a lágrimas y desdicha. El cuerpo de aquéllos metaboliza la carne de éstos en una secreción de esperanzas que les corre por todo el organismo.

Finalmente, estamos nosotros, los Soñadores, que como buenos omnívoros nos alimentamos tanto de Compungidos como de Románticos, evaporándose por nuestros poros sueños muy variopintos que a veces trascienden al plano terrestre y se cuelan en la mente de los hombres. Y ahora que los nombro me asalta una pregunta: ¿De qué se alimentarían en mi mundo los hombres si aquí no existen vanidades?

jueves, 8 de mayo de 2008

Cumplidor


Veinticinco años llevo en esta empresa.

Recuerdo mis primeros tiempos, el aprendiz diligente que llegaba siempre temprano para causar buena impresión.

Luego vendría la rutina, me limitaba a estar en mi puesto a la hora en punto por no ganarme reprimendas.

Ahora no hay día que no me retrase. Como las novias en sus bodas, el jefe debe respetar las tradiciones.

martes, 6 de mayo de 2008

Dearistocradencia


En aquella mansión, ante la mirada ilustre de los ancestros que atisban desde su atalaya enmarcada, la familia se reúne para cenar. Ropa de etiqueta para sentarse a la mesa; mantelería fina, los ángulos bordados con el escudo de armas. Orfebres minuciosos repujaron la cubertería, que brilla bajo la luz vacilante de augustos candelabros: platos de porcelana con ribetes dorados, cucharas de plata, cuchillos con el mango de oro.

El servicio, dos señoras de edad improbable cuya juventud viviera el apogeo de una casa que ahora gime por sus heridas centenarias, acerca el alimento en bandejas impolutas.

Los comensales mastican despacio, prolongando el instante plácido de engañar a sus estómagos. Una noche más, deciden postergar la decisión de qué hacer cuando se acaben las ratas, ya escasas merodeadoras en los sótanos de su hogar.

Un día más

'Lonely road', Alex Marentes
Bobby contempló las nubes imprecisas que parecían anclarse al cielo de Dustville. Desde la radio de la ranchera, la voz de Mel Collins trillaba el aire con un country melancólico, acompañado por el orquestar monocorde de los grillos en celo.

—¡Estoy harto! —gritó Bobby saltando del capó—. Mañana mismo me voy de este pueblo de mierda.

Brenda lo atrapó por la espalda entre sus piernas de animadora. Se abrazó con fuerza y le susurró:

—Llévame contigo, Bobby.

Él se giró y la besó largamente. Le contó de un amigo que trabajaba en un casino de Las Vegas. Podría ayudarles. Comenzaron a tejer su red de esperanzas. En un momento, parecía de una enorme simpleza convertir tantos sueños de futuro en realidades.

Siguieron abrazados en silencio mientras contemplaban caer el sol hacia su cobijo tras las montañas, cada cual inmerso en sus ilusiones de libertad. El viejo Mac los saludo desde el tractor, como cada tarde de regreso a casa. Desde el pantano, las ranas empezaron a unirse al canto de los grillos. La señora Halliwell despachó los lamentos de Mel en su puntualidad de ocho y media, y comenzó a parlotear los cotilleos locales.

Bobby apretó la mano de Brenda:

—Alguna vez lo haré, te lo juro.

jueves, 1 de mayo de 2008

Fugaz e ilusorio instante de felicidad masculina

'Hombre con ojos cerrados', Juan M. Valcarcel Obelleiro
Qué delicia es tumbarse en el sofá, cerrar los ojos, olvidar la inminente cena en casa de los suegros, disfrutar del silencio momentáneo...

Qué desgracia es abrir los ojos y ver a Laura salir del cuarto. Arreglada, dispuesta... Y el relámpago furioso en su mirada.

Sueño kafkiano


La araña tejió la tela con sus sedas más delicadas. Luego se envolvió con ella.

Dejó una nota:

“Sea en este mundo o hacia el otro, volaré.”