domingo, 21 de agosto de 2011

Dragones y mazmorras



De chavales, Pedro siempre era el caballero de brillante armadura, Marina la princesa a rescatar. A mí me tocaba ser dragón, no había otra. Muchos años después volvimos a jugar, aunque los papeles en la versión adulta y adúltera estaban menos claros. No sé si fui raptor o salvador en esos encuentros donde, por unas horas, secuestraba a Marina de la esclavitud de su matrimonio con Pedro. El final del cuento, sin embargo, no cambió: el dragón acabó con el corazón atravesado, roto en mil pedazos.



2 comentarios:

Unknown dijo...

Lo leí en la Marina: extraordinario!!!

Elise Reyna dijo...

¡Qué buena ilustración para un muy buen cuento. Muchos cariños Sergio.